
Esa ventana es puerta a la vida y la sombra.
Los ocasos devoran el día y
saludan la callada noche.
Estraña pausa en la oscuridad
del alma que siente el espacio
entre lo que no está y lo que nunca volverá.
Perdida soledad ahogada en la butaca del cine.
Por la mañana amanece la duda de
perdurar ileso.
Atravesar la jornada con inquietud negada.
Los pájaros inspiran el alma
a traspasar la nube hacia el cielo
de infinita espesura.
Postrado en la cama,
los días se ensanchan en sólidez repetida,
y el ánimo se renueva sin liberar la pena.
La tarde de madura consistencia,
asalta la frágil esperanza desposeída.
Y de nuevo la noche piadosa se acopla
con la sordidez repetida.
La persiana, como una guillotina,
secciona la vida que la noche perdonó.